miércoles, diciembre 31, 2008

Fin de año...

Quería escribir un último post de 2008, pero me han pasado tantas cosas este año que no se ni por donde empezar...

Nuevos y viejos amigos, estrenadas complicidades, excursiones y viajes compartidos, rones, cerves y cafés, conciertos, playas y montañas, risas, muchas risas, mil historias felices, algún momento malo del que salimos en equipo, nuevas canciones, cuentos para niños, relatos para todos, cenas de hermanos, comidas en familia, Berlin, Lisboa, Guada, Madrid, IO con sus gentes, su DE y sus otras siglas, cenas en tu casa y en la mía, tardes de cine y palomitas, viejos y nuevos compañeros de trabajo, oposiciones, emails, sms y llamadas de teléfono, encuentros y reencuentros, besos y abrazos...

¡Gracias porque entre todos habéis convertido el 2008 en uno de los más felices de mi vida!

Un año que se va... y un año que estrenamos... que estoy seguro que será aún mejor que el que esta noche se nos va. Brindemos porque en 2009 sigamos viendo como parte de nuestros sueños se cumplen... ¡Lucharemos juntos por ello!

¡Feliz año nuevo!

lunes, diciembre 29, 2008

Regreso...

Pasaron los días de cenas navideñas (aunque alguna queda) y una estupenda y relajada semana de vacaciones en la playita, con la familia y desconectado del resto del mundo...

Ahora vuelvo con las pilas cargadas... A ver si entre hoy y mañana, cuando despeje el trabajo pendiente, me pongo al día con visitas a blogs, cuentos, relatos, canciones y demás...

¡Besotes!

viernes, diciembre 19, 2008

Señorita...

Intensa semana de comidas y cenas, de beber mucho y dormir poco, de risas y amigos. Intensa semana que todavía no ha acabado y que veremos como consigo acabar porque un inoportuno resfriado compartido con mis compañeros de curro está poniendo un poco más difícil aún mi llegada a la meta de la Semana Fantástica. El domingo, cuando haya pasado, intentaré hacer una crónica de la semana, que ahora no me da el cuerpo para ello.

Y mientras me preparo con un café o dos para las últimas etapas, aprovechando que es viernes y que hace tiempo en Cartas solía haber música los viernes, intentando recuperarme de los redobles del tamborilero, que aún resuenan en mi cabeza, una versión acústica con Christina y Sabina, tranquilita para reposar un poco tras los diversos excesos. ¡Nos vemos en los bares!




Txus, ¡otro posible tema que sumar al repertorio! Vete afinando que en enero, ¡por fin grabamos!

miércoles, diciembre 17, 2008

El Tamborilero...

Llega la Navidad también al centro de mi ciudad. Ayer por la noche, cuando llegué a casa, descubrí que ya ha comenzado la dinamización musical del centro de la que ya te conté hace poco menos de un año.

Ayer mi espíritu navideño tocó techo. La cronología de los hechos es la siguiente (preparate que creo que es la Carta más larga que he escrito):

19.30 Salgo del curro, recojo a mi hermano y vuelta a Guada. Los planes de la tarde: un ratito de gimnasio, cena tranquilita y prontito a dormir, que la semana viene cargada de festejos y hay que estar en forma...

20.30 Debería estar ya en Guada, pero no... La N-II nos depara grandes sorpresas. Atasco en la entrada al Plenilunio, en la de Elcorteinglés, en la de Parquecorredor y en Cuadernillos. Todo el Corredor del Henares, imbuido por el espíritu navideño, abarrota los centros comerciales para llenarlos de paz y prosperidad.

21.30 Llegada a Guadalajara. Esfumada la posibilidad de pasarme por el gimnasio, mantengo el plan de cena y prontito a dormir. Al acercarme a casa descubro que, para contagiarme del espíritu navideño, el Ayuntamiento y la Asociación de Comerciantes han llenado mi calle de altavoces. Al subir a casa descubro que han puesto un justito debajo de la ventana del salón. La potente voz de Raphael inunda la casa: "Eeeeeeel camiiiiiiiiiino que lleva a Belén".

22.30 Hablo con mi madre por teléfono con Raphael de fondo. Mi madre, entre risas, me dice que las puertas de su casa, a las afueras, estarán siempre abiertas para mi. Con el paso de la noche descubriré que no es una frase retórica. La iluminación navideña se apagará a las 23.00. Espero que para esa hora cese la música.

00.15 Se apagaron las luces pero no la música. El plan de acostarse prontito también se ha ido al carajo. He escuchado ya cuatro veces El Tamborilero y no puedo más. Decido llamar a la policía local. Marco el 092 y una voz en off me informa de que, para mi seguridad, la llamada queda grabada. Tras un rato, consigo hablar con un agente.
L: Buenas noches. Mire, vivo en la calle Mayor y me sorprende que los villancicos sigan sonando. ¿Es esto normal?
Agente: ¡No! Por supuesto que no es normal. Mis compañeros están viendo qué hacer para apagarlos.
¡Bien! El suplicio acabará en un ratito.

01.25 Comienza El Tamborilero por quinta vez en lo que va de noche. El CD incluye otros villancicos de Raphael y una versión navideña de La Macarena, además de otra serie de músicas más o menos tradicionales. Me aburro de dar vueltas en la cama y decido llamar de nuevo al 092.
L: No se si se acuerda de mí. Soy el de la Calle Mayor y los Villancicos
Agente: Ahora mismo acabo de hablar con la patrulla. Están apagando los altavoces. Les quedan pocos por apagar. Supongo que en breve apagarán el suyo.
¡Bien! Tengo mala suerte porque han dejado mi altavoz para el final. (a estas alturas el altavoz ya es mio). Pero ya tiene que ser cuestión de minutos...

02.50 He perdido la cuenta de la veces que he oído El Tamborilero. Me he aburrido de dar vueltas en la cama, me he afeitado, he intentado leer aunque es chungo concentrarse. Decido volver a llamar.
L: ¡Buenas de nuevo! Llamaba simplemente a ver cómo va el tema de los villancicos.
Agente: Hace una hora me comunicaron que ya estaban todos los altavoces apagados, incluído uno que estaba en la plaza de Moreno.
L: Lamento llevarle la contraria, pero uno al menos sigue encendido. ¡Se lo puedo asegurar!
Agente: Deme la localización del altavoz, a ver qué puedo hacer.
Reconozco que a estas alturas ya he perdido parte de la fe y todo mi espíritu navideño. Le doy la ubicación del altavoz. No es dificil. ¡Vivo enfrente del Ayuntamiento, ese lugar vigilado por la policía local! Cuelgo el teléfono con un hilo de esperanza y me siento en la cama a esperar, envidiando a los que viven en la plaza de Moreno, sea esa la plaza que sea.

03.15 Suena el móvil. Es un número desconocido. Resulta ser el amable agente de la polícia local.
Agente: Buenas noches, Lucas (ya somos íntimos)
L. Buenas noches
Agente: Mira. Me comenta la patrulla que no se ha percatado de la existencia del altavoz. y que seguramente por eso no lo han apagado. Pero hay un problema Los electricistas han terminado turno a las 2 así que por esta noche no hay nada más que hacer. Lo siento muchísimo. ¡Si hubiera llamado usted antes!
Antes de colgar le pregunto si, al menos, solucionarán el problema para próximas noches. Me comenta que sí, que el problema es que no han localizado al responsable de la instalación y que lo único que han podido hacer es rastrear los altavoces por el casco antiguo para ir apagándolos uno por uno. Que esta mañana darían parte para que no volviera a suceder.

Son las 3.30 de la mañana y decido aprovechar la oferta de mi madre y irme a dormir a casa de mis padres. Cuando salgo de casa y me alejo hacia el coche oigo de fondo: Eeeeeeeeeeel camiiiiiiiiino que lleva a Belén...

Como puedes imaginar, entre que llegue a casa y demás no he dormido nada. Estoy que me caigo de sueño y me perderé la cena de esta noche. En fin... Ahora, ni un reproche a la policía local, que me atendieron muy amables e hicieron lo que pudieron. ¡No es su culpa que un iluminado decida llenar los días y la noches del casco antiguo con altas dosis de espíritu navideño! Pues eso, dinamizando el centro...

lunes, diciembre 15, 2008

Desorden...

Ayer tenía un relato escrito, pero tropecé con el papel y las palabras cayeron al suelo. Recogí las palabras caídas y las ordené en un nuevo folio en blanco. Como no podía ser de otra forma, salió un relato de sentimientos desordenados...

Luces extrañas en la oscuridad, traspasando sombras e imágenes. Pensamientos reflejados en el fondo de los vasos, con extraños brillos de ron en la mirada. Sonrisas de silencios perdidos, pensamientos y soledades incomprendidas, compañías escondidas bajo las faldas del deseo, anhelando calor bajo las frías sábanas del invierno gris.

Sonrisas que se cruzan y miradas que se desean en silencio, silencio susurrado y compartido entre los temblores de los pensamientos y los gritos de las manos separadas, que no consiguen romper el frío muro de las inseguridades. Almas bailando un vals susurrante, arrastrando los temores por el suelo de cristal, elevando los miedos hacia las alturas, al desconcertante ritmo de los violines.

Tiré los dados pero la suerte no estaba conmigo. Recogí mi abrigo, abrí la ventana salí fuera, al frío de la oscuridad, donde me esperabas tú, o quizás solo tu sombra. Luces extrañas en la oscuridad.

Recojo tranquilo los besos que no di y guardo en el cajón los abrazos no recibidos, que quedaran bajo llave esperando mejor ocasión. Sonrío al presente y al futuro porque hoy, más que nunca, sé que es posible ser feliz...

Me descalzo y dejo que las sábanas arropen mis pensamientos y mis sueños...

miércoles, diciembre 10, 2008

Detalles...

Suerte que cada día está lleno de pequeños detalles, seguro que insignificantes para mucha gente, pero que a mí, al menos, me dan el calor que necesito para seguir luchando, sonriendo, viviendo.

Anoche hice una lista de pequeños detalles. Ha quedado demasiado personal para ponerla por aquí.

Algunos han venido de ti. Muchas veces llegaron justo cuando más los necesitaba. Seguramente ni siquiera seas consciente de ello. ¡Gracias!

martes, diciembre 02, 2008

Pies fríos...

Un tenue rayo de sol entrando por la ventana la despertó. Abrió los ojos, sorprendida y extrañada ante las sombras que poco a poco aparecían en las paredes del dormitorio. Casi dos años viviendo en este pequeño apartamento y aún seguían sorprendiéndola la claridad de los amaneceres. Se desperezó despacio, saboreando las primeras horas de la mañana de domingo. Se sentía perezosa, desnuda bajo las sábanas.

El reloj del ayuntamiento daba la hora. Contó las campanadas. Diez. Era pronto. Su mirada recorrió la habitación. Sonrió al ver su ropa, perfectamente doblada sobre la silla. La primera vez le sorprendió encontrarla así. Ni siquiera ella tenía tanto cuidado al colocar su ropa, hasta la ropa interior, cuidadosamente plegada.

El olor a café recién hecho llegaba desde la cocina. Sonrió de nuevo. Sabía que al levantarse encontraría la cafetera llena de humeante café y una fuente con churros, todo listo para desayunar. Las diez y cuarto. Lentamente apartó las sábanas, que seguían oliendo a ella y a él.

Desnuda, salió despacio de la habitación, deseando encontrarle pero sabiendo que ya no estaría allí. La primera vez buscó algo que le indicara que volvería a desayunar con ella, pero no quedaba rastro de él. Ahora ya sonreía con cierta amargura, sabiendo que volvería a desayunar sola y sintiéndose culpable porque, una vez más, no le había pedido que se quedara.

Recordaba la primera vez, en aquel bar oscuro, cuando alguien les presentó, entre risas y copas de ron. No era particularmente atractivo, ni particularmente interesante, ni particularmente divertido, pero se fijó en él. Había algo en él, en su mirada, que inspiraba confianza. Y quizás fuera por la confianza o quizás por el ron, acabaron sentados junto a la barra, hablando de fracasos e intimidades. Ella recuerda que le contó el fracaso de su anterior relación y su mudanza al pequeño apartamento en el que ahora vive. Él le preguntó si no se sentía sola y ella se sorprendió a si misma confesando que no, que se había acostumbrado a vivir sola aunque a veces, en las noches de invierno, se le quedaban los pies fríos y añoraba a alguien durmiendo a su lado y mimándola al despertar.

Aquella noche no durmió sola. Salieron del bar de la mano, subieron a su pequeño apartamento y muy dulcemente, hicieron el amor y durmieron abrazados, desnudos bajo las sábanas. Cuando ella se despertó, su ropa estaba doblada, el café recién hecho y el desayuno preparado, pero no había rastro de él. Ni una nota, ni un número de teléfono… Nada… Ni siquiera recordaba su nombre.

El sábado siguiente, en el mismo bar, a la misma hora, una voz conocida le preguntó si tenía los pies fríos… Y así, cinco sábados seguidos. Ella nunca le pidió que se quedara, aunque lo deseaba con todo su alma. Él, nunca dejo rastro tras irse.

El reloj del ayuntamiento volvió a sonar. Las diez y media. Se sentó a desayunar. Le sorprendió encontrar sobre la mesa un periódico que ella no solía comprar. Estaba abierto por la sección de anuncios por palabras. Y allí, en mitad de la página, subrayado con rotulador rojo, un anuncio que decía:
¿Tienes los pies fríos? Llámame… 699xxxxxx.