viernes, febrero 27, 2009

Cigarros...

Por suerte, todavía me quedan grupos por descubrir... Retomando la sana costumbre de dejar por aquí música los viernes, de esa que se toca en directo... ¿Alguién se apunta a oírla en un concierto?

miércoles, febrero 25, 2009

Proyectos...

Lástima que el día sólo tenga 24 horas... y que cada semana tenga sólo 7 días...

Vivo desbordado, sin poder dar respuesta a todos los proyectos que surjen por el camino. Pero el desbordamiento, curiosamente, no me produce agobio, sino simplemente ganas y más ganas de hacer cosas...

... en lo laboral porque las cosas van saliendo, porque surjen ideas nuevas, porque estamos disfrutando de lo lindo en el labo, porque tengo los mejores compañeros de trabajo que se pueden tener, porque puede que lidere mi primer proyecto con empresas...

... en lo creativo porque en breve grabaremos nuevas canciones, porque los cuentos siguen fluyendo al papel, porque espero que el nuevo blog nazca en breve...

... en lo personal porque mi familia, a pesar de todo, sigue siendo divertidísima, porque mis amigos convierten el tiempo libre en algo maravilloso, porque he vuelto a hacer deporte y me siento mejor, porque siguen surgiendo nuevos retos, dentro y fuera de IO, que hacen que las neuronas también hagan mucho ejercicio, porque hay viajes en el horizonte...

... y por supuesto... por ti... pero eso ya lo sabes :)

Y ahora, que no pare la música. ¡Bailemos al ritmo de nuestros sueños!

jueves, febrero 12, 2009

Extraño...

Las canciones, como las sensaciones, se me pegan a la piel. Ya lo sabes. Siempre hay una canción acompañando mis pensamientos y mis sueños. A veces una canción se engancha a mí y me acompaña durante días. Entonces dejo que esa canción y las sensaciones que me trae se fundan con mis sentimientos. Seguramente no te sorprenda que la mayoría de esas canciones sean melancólicas. Son esos días en los que me siento pensativo en una esquina a observar cómo el mundo se mueve, sumergido en esa melancólica crónica que me aisla del mundo y en la que tan cómodo me siento...

Hace días que no consigo desprenderme de una canción... Navego con la sensación de que son tiempos extraños y no se me ocurre mejor compañía que la tuya para intentar llegar a mejor puerto... Porque hay días que tengo la sensación de que está demasiado lejos y que yo solo no llego...

Y en el ipod suenan de nuevo, por enésima vez esta semana, The Waterboys...
We're sailing on a strange boat, heading for a strange shore,
carrying the strangest cargo that was ever hauled aboard

We're sailing on a strange sea, blown by a strange wind
carrying the strangest crew that ever sinned

We're riding in a strange car, we're followin' a strange star
We're climbing on the strangest ladder that was ever there to climb.

We're living in a strange time, working for a strange goal
We're turning flesh and body into soul.

jueves, febrero 05, 2009

Crisis (2)

El reloj de la cocina marca las ocho de la mañana cuando Ricardo prepara café. Parece que Susana se retrasa un poco hoy, pero si no tarda, aún llegará a tiempo de despedirles a él y a la peque, antes de que la lleve al cole y, después, vuelva a visitar varias ETT's, a ver si hoy por fin hay algo para él. La vida se volvió dura cuando ambos quedaron en la calle. Por suerte, Susana encontró este trabajo en la fábrica. Por desgracia trabaja en el turno de noche, pero ¿quién puede quejarse? Con media hipoteca por pagar y una niña de siete años, ¡el turno de noche es lo de menos!

Las ocho y diez. La verdad es que desde que llego la crisis nada ha sido fácil. Primero fue ella la que quedó en la calle. La pequeña constructora en la que hacía de contable no pudo aguantar la caída en la construcción y tuvo que cerrar. De aquello ya hace medio año y Susana puede considerarse una persona con suerte. La mayoría de los trabajadores que quedaron en la calle, más mayores que ella, siguen en el paro. Después fue él. La deuda de su empresa informática crecía y crecía. Al final él fue el segundo de los despedidos. De esto hace cuatro meses y aún sigue en paro, aunque de vez en cuando consigue algo de dinero en negro haciendo trabajillos a algunos clientes. Entre el nuevo trabajo de Susana y estos trabajillos, van tirando.

Las ocho y veinte. Se abre la puerta de la cocina y entra Susana, con ojeras, agotada. Desde que comenzó el nuevo trabajo en la fábrica tiene los ojos más tristes y la mirada cansada. Sonrié a Ricardo y besa a la niña. Agradece el café caliente que Ricardo le acerca, recién hecho y le besa en la boca. Luego se deja caer en la silla de la cocina, agotada tras la noche de trabajo.

Las ocho y media. Ricardo se lleva a la niña al cole. Susana se queda sola en casa. Esconde la cabeza entre las manos y llora, como cada manaña, como todas las mañanas cuando llega a casa tras su turno de trabajo en la fábrica. Porque sólo ella sabe que no hay fábrica, aunque sí trabajo de noche. No sabe como explicarle a Ricardo que, tras semanas buscando trabajo sin éxito, que ahogados por las deudas y sin saber qué hacer, tomó la decisión más dura de su vida. Tampoco sabe cómo le explicará a su hija, cuando sea mayor, que en enero de 2009 la única solución que encontró para sacar a su familia adelante fue trabajar en la calle, en el oficio más antiguo del mundo.

Pero ella no siente verguenza por hacerlo. Rabia sí, rabia contenida contra los que han organizado tan mal el mundo y ahora luchan en el telediario de las tres por dar, desde sus palacios de gobierno, soluciones contra el paro y la crisis. Pero verguenza no. La primera noche que salió a la calle, cuando se le acercó el primer cliente, decidió que nunca sentiría verguenza por luchar por los suyos, por su familia, por su Ricardo y por su niña.

lunes, febrero 02, 2009

Era tarde...

Algo había en sus ojos que le recordó tiempos pasados, helados de chocolate en la parte de atrás del jardín, faldas inocentes que se levantan para descubrir juegos de niños, besos furtivos tras la vieja olma de la plaza... Pero hoy todo era distinto. Sus ojos seguían siendo grises, pero no brillaban. Habían pasado muchos años, diez quizás, pero el tiempo no había pasado en balde.

Ella también se fijó en él, pero le costó reconocerlo. La última vez que le vio pasear con su pequeña de la mano apenas habían cruzado dos palabras. Ahora estaba mucho más delgado, mucho más pálido y taciturno. Definitivamente, los años no pasan en balde.

Él decidió acercarse, seguramente porque tampoco tenía nada mejor que hacer. Ella decidió acercarse, seguramente porque siempre es mejor beber acompañada que sola. Y de repente se encontraron de pie en medio del bar, mirándose como dos estúpidos sin saber qué decir, porque la última vez que tuvieron algo que decirse tenían veinte años. De repente sus copas se encontraron juntas en una mesa alta, en penumbra, whisky con hielo y vodka con limón hablando a gritos de soledades, de frío, de tormentas y de nubes grises de invierno.

Sus miradas sellaron un pacto de silencio y ninguno preguntó qué tal te va. Sus miradas decidieron no hablar de los últimos diez años, sino de los primeros veinte y poco a poco la penumbra se llenó de olores a hierba mojada, de espuma de agua de río, de columpios de madera y de risas inocentes. Sin darse cuenta sus soledades se acercaron y sus silencios se entrelazaron, hasta convertirse en una única soledad y un único silencio. Sin darse cuenta se levantaron y ella pagó las copas mientras él recogía su chaqueta. El otoño cubría la ciudad y había empezado a refrescar. Sin darse cuenta puso su chaqueta sobre los hombros de ella. Sin darse cuenta, ella se acercó a él, buscando protección.

Era sábado, era tarde, era un día como otro cualquiera… y los que en aquel momento pasamos por delante del bar vimos a una pareja de enamorados perderse en el frío de la noche…