martes, diciembre 02, 2008

Pies fríos...

Un tenue rayo de sol entrando por la ventana la despertó. Abrió los ojos, sorprendida y extrañada ante las sombras que poco a poco aparecían en las paredes del dormitorio. Casi dos años viviendo en este pequeño apartamento y aún seguían sorprendiéndola la claridad de los amaneceres. Se desperezó despacio, saboreando las primeras horas de la mañana de domingo. Se sentía perezosa, desnuda bajo las sábanas.

El reloj del ayuntamiento daba la hora. Contó las campanadas. Diez. Era pronto. Su mirada recorrió la habitación. Sonrió al ver su ropa, perfectamente doblada sobre la silla. La primera vez le sorprendió encontrarla así. Ni siquiera ella tenía tanto cuidado al colocar su ropa, hasta la ropa interior, cuidadosamente plegada.

El olor a café recién hecho llegaba desde la cocina. Sonrió de nuevo. Sabía que al levantarse encontraría la cafetera llena de humeante café y una fuente con churros, todo listo para desayunar. Las diez y cuarto. Lentamente apartó las sábanas, que seguían oliendo a ella y a él.

Desnuda, salió despacio de la habitación, deseando encontrarle pero sabiendo que ya no estaría allí. La primera vez buscó algo que le indicara que volvería a desayunar con ella, pero no quedaba rastro de él. Ahora ya sonreía con cierta amargura, sabiendo que volvería a desayunar sola y sintiéndose culpable porque, una vez más, no le había pedido que se quedara.

Recordaba la primera vez, en aquel bar oscuro, cuando alguien les presentó, entre risas y copas de ron. No era particularmente atractivo, ni particularmente interesante, ni particularmente divertido, pero se fijó en él. Había algo en él, en su mirada, que inspiraba confianza. Y quizás fuera por la confianza o quizás por el ron, acabaron sentados junto a la barra, hablando de fracasos e intimidades. Ella recuerda que le contó el fracaso de su anterior relación y su mudanza al pequeño apartamento en el que ahora vive. Él le preguntó si no se sentía sola y ella se sorprendió a si misma confesando que no, que se había acostumbrado a vivir sola aunque a veces, en las noches de invierno, se le quedaban los pies fríos y añoraba a alguien durmiendo a su lado y mimándola al despertar.

Aquella noche no durmió sola. Salieron del bar de la mano, subieron a su pequeño apartamento y muy dulcemente, hicieron el amor y durmieron abrazados, desnudos bajo las sábanas. Cuando ella se despertó, su ropa estaba doblada, el café recién hecho y el desayuno preparado, pero no había rastro de él. Ni una nota, ni un número de teléfono… Nada… Ni siquiera recordaba su nombre.

El sábado siguiente, en el mismo bar, a la misma hora, una voz conocida le preguntó si tenía los pies fríos… Y así, cinco sábados seguidos. Ella nunca le pidió que se quedara, aunque lo deseaba con todo su alma. Él, nunca dejo rastro tras irse.

El reloj del ayuntamiento volvió a sonar. Las diez y media. Se sentó a desayunar. Le sorprendió encontrar sobre la mesa un periódico que ella no solía comprar. Estaba abierto por la sección de anuncios por palabras. Y allí, en mitad de la página, subrayado con rotulador rojo, un anuncio que decía:
¿Tienes los pies fríos? Llámame… 699xxxxxx.

5 comentarios:

Griet dijo...

Me ha encantado. Besos

Erdholiel dijo...

:D jeje, este es mi prefe... en breve tendrás una sorpresa ;)
Besotes.

belenmadrid dijo...

Espera espera.. Bueno, la historia preciosa desde luego, envidia me da.. pero lo del anuncio... que puso el teléfono en el periódico? En un anuncio? A mí me sentaría fatal :S

Erdholiel dijo...

La sorpresa:
http://erdholiel-elrincon.blogspot.com/2008/12/tienes-los-pies-fros-llmame.html
Esta vez ha sido tu historia la que ha inspirado una imagen y no al revés como era costumbre.
Espero que te guste :D

Lucas dijo...

amelie: Me alegro!

erdholiel: Gracias!

geminisdespechada: No sé... Es solo una historia. No se si me molaria o no :)