Ayer por la noche, llegando ya a casa, paré en un semáforo. A mi lado paró un coche conducido por una chica bastante guapa y, en medio, un motorista.
El motorista se fijó en la chica... y empezó a hacer el indio, a acelerar la moto, hacer todo el ruido del mundo y esas cosas... Y cuando el semáforo se puso en verde, aceleró, hizo un caballito y.... se pegó un gran piñazo...
Por suerte para él, lo único que se hizo fue una herida enorme en su ego. Cuando paramos todos, preocupados, y nos acercamos a él, se levantó de mala leche, le pegó un par de golpes a la moto, subió, aceleró y salió disparado...Y la chica, a duras penas podía aguantar la risa...
Y yo volví a subir al coche pensando... ¡pero cuanta estupidez hay repartida por el mundo!
El motorista se fijó en la chica... y empezó a hacer el indio, a acelerar la moto, hacer todo el ruido del mundo y esas cosas... Y cuando el semáforo se puso en verde, aceleró, hizo un caballito y.... se pegó un gran piñazo...
Por suerte para él, lo único que se hizo fue una herida enorme en su ego. Cuando paramos todos, preocupados, y nos acercamos a él, se levantó de mala leche, le pegó un par de golpes a la moto, subió, aceleró y salió disparado...Y la chica, a duras penas podía aguantar la risa...
Y yo volví a subir al coche pensando... ¡pero cuanta estupidez hay repartida por el mundo!
3 comentarios:
Jejé, pobre diablo.
Abrazos
Cómo me joroban los motoristas ruidosos... ¡que aprenda la lección!
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