Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Él recorría Europa con su bloc y su carboncillo, pagando alojamiento, comida y billetes con las monedas que ganaba vendiendo retratos y dibujos de aquellos lugares en los que paraba. Nunca se quedaba más de dos o tres días en el mismo sitio... Sólo el tiempo necesario para acumular las monedas necesarias para comprar un nuevo billete con destino a cualquier otro lugar...
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Una mañana soleada de primavera, sentado en la Gendarmenmarkt, se le acerco. Su olor, extraño y dulce, hizo que levantara la vista del dibujo y se fijara en sus profundos ojos negros... Ella se quedó mirando, sonriente, mientras él acababa el boceto de la Konzerthaus. Después sonrío, se giró, y cruzó la plaza en dirección al U-Bahn.
Al día siguiente sus miradas se cruzaron en la Kastanienallee... El tomaba una cerveza, lentamente, como hacía siempre, recreándose en las imágenes, los olores y los sonidos de la ciudad... Ella pasó por la acera de enfrente... Le sonrió...
Se la encontró sentada en la hierba, en el Tiergarten... Se acercó despacio, sonrió y comenzó a dibujarla... ella, sonriente, con los rayos de sol iluminando su sonrisa. Cuando el dibujo estaba acabado, ella se acercó a él, le besó en los labios, sonrió y se alejó despacio...
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Pasaron dos días, tres, cuatro... Diez días se quedó en Berlin, pero no volvió a verla. La melancolía teñía sus retratos de colores difuminados, de atardeceres nublados, de sepia y gris... Se acercó a Friedrichstrasse y compró un billete para Munich... Cuando el tren se alejaba de la estación miró por la ventana... Y allí estaba ella, con los ojos llorosos, agitando la mano, despidiendo a su amor imposible.
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Si viajas en tren por Europa, puede que le encuentres algún día... Le reconocerás por su bloc y su carboncillo, por su mirada melancólico y, sobre todo, porque cuando se sienta en el tren contempla ensimismado una de las páginas de su bloc, en el que el carboncillo da forma a un precioso retrato de mujer, con unos profundos ojos negros...
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Inspirado en un dibujo de beatriz, a la que hace tiempo que debía un cuento...
Él recorría Europa con su bloc y su carboncillo, pagando alojamiento, comida y billetes con las monedas que ganaba vendiendo retratos y dibujos de aquellos lugares en los que paraba. Nunca se quedaba más de dos o tres días en el mismo sitio... Sólo el tiempo necesario para acumular las monedas necesarias para comprar un nuevo billete con destino a cualquier otro lugar...
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Una mañana soleada de primavera, sentado en la Gendarmenmarkt, se le acerco. Su olor, extraño y dulce, hizo que levantara la vista del dibujo y se fijara en sus profundos ojos negros... Ella se quedó mirando, sonriente, mientras él acababa el boceto de la Konzerthaus. Después sonrío, se giró, y cruzó la plaza en dirección al U-Bahn.
Al día siguiente sus miradas se cruzaron en la Kastanienallee... El tomaba una cerveza, lentamente, como hacía siempre, recreándose en las imágenes, los olores y los sonidos de la ciudad... Ella pasó por la acera de enfrente... Le sonrió...
Se la encontró sentada en la hierba, en el Tiergarten... Se acercó despacio, sonrió y comenzó a dibujarla... ella, sonriente, con los rayos de sol iluminando su sonrisa. Cuando el dibujo estaba acabado, ella se acercó a él, le besó en los labios, sonrió y se alejó despacio...
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Pasaron dos días, tres, cuatro... Diez días se quedó en Berlin, pero no volvió a verla. La melancolía teñía sus retratos de colores difuminados, de atardeceres nublados, de sepia y gris... Se acercó a Friedrichstrasse y compró un billete para Munich... Cuando el tren se alejaba de la estación miró por la ventana... Y allí estaba ella, con los ojos llorosos, agitando la mano, despidiendo a su amor imposible.
Se conocieron en Berlin, aunque nunca supo su nombre...
Si viajas en tren por Europa, puede que le encuentres algún día... Le reconocerás por su bloc y su carboncillo, por su mirada melancólico y, sobre todo, porque cuando se sienta en el tren contempla ensimismado una de las páginas de su bloc, en el que el carboncillo da forma a un precioso retrato de mujer, con unos profundos ojos negros...
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Inspirado en un dibujo de beatriz, a la que hace tiempo que debía un cuento...
3 comentarios:
Gracias!!!!
Eso te inspira mi dibujo? Me parece curioso. Es muy bonito, algo... apenado, pero precioso.
Muchas gracias!!!!! Estaba muy impaciente por leerlo! Gracias, gracias, gracias!
Saludos ;-)
beatriz: Muchos de tus dibus sugieren historias... Si no te importa, este no será el último dibu-cuento...
No me importa, me encanta!!!
Saludos!
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